Hace no mucho tiempo, era habitual ver páginas dónde aparecía primero el texto en un párrafo en castellano y, seguidamente, la traducción al inglés. Esto dejó de hacerse porque Google rechazaba el formato y, por tanto, era imposible lograr algún tipo de posicionamiento ventajoso en el buscador más utilizado.
Otra herramienta que suele emplearse para pasar una página digital a cualquier idioma es un traductor online. Un error deja al descubierto una falta de interés, de medios y de profesionalidad. Una empresa que se precie no puede permitirse dar esa imagen.
Un traductor en línea comete errores obvios en cuanto a estructuración de las oraciones (según el orden correcto de sus elementos) y, por su puesto, no es capaz de adaptar el tono a las circunstancias. No se hablaría de la misma forma en una página de productos para adolescentes que en otra de materiales específicos para la investigación médica en laboratorios.