La semana pasada comenzamos a hablar acerca de los «peligros» que la vida freelance supone para el bienestar mental y nuestra vida cotidiana. Recordemos que, según un estudio realizado por Servicio de Psiquiatría del Hospital de Bellvitge (Barcelona), los trabajadores por cuenta propia tienen el doble de posibilidades de necesitar una incapacidad temporal que un trabajador por cuenta ajena. Y, si bien es cierto que la investigación no evaluó las causas, los psiquiatras apuntan a que los «autónomos están sometidos a situaciones de mayor vulnerabilidad» y que cobran menos cuando están de baja, motivo por el cual aguantan sus problemas de salud hasta que no pueden más y, «a menudo, cuando piden ayuda, el problema ya se ha agravado».
En el post anterior os di algunos consejos para gestionar nuestro tiempo con la máxima eficiencia, algo que no siempre es fácil cuando no tenemos un jefe que nos diga qué hacer. Hoy me quiero centrar en otro problema que también nos toca enfrentar prácticamente a diario: la incertidumbre e inseguridad laboral.
Si algo está claro es que los autónomos vivimos en la cuerda floja: sabemos que hoy tenemos trabajo, pero no sabemos si lo tendremos mañana, y ello nos obliga a estar preparados por si vienen curvas. Decía Kant que «se mide la inteligencia de un individuo por la cantidad de incertidumbre que es capaz de soportar». Y, aunque nos inquiete no saber qué viene después ni hacia dónde vamos, hay muchas cosas que, por más que nos esforcemos, escapan a nuestro control. Ante esto, tenemos dos opciones: o vivimos en el presente y aprendemos a convivir con la incertidumbre, aceptándola e, incluso, disfrutando de ella; o acabaremos frustrándonos una y otra vez. Yo hace tiempo que escogí la primera, y me he dado cuenta de que la incertidumbre es una realidad que no tiene por qué ser incómoda.
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Que no te dé miedo el futuro
Como he comentado antes, nuestra carga de trabajo no es lineal: tenemos temporadas muy buenas y otras que no lo son tanto. Además, no sé por qué, pero rara vez nos hallamos en un punto medio. Es decir, o bien no tenemos que hacer, o bien no damos abasto. En las épocas en las que el trabajo no abunda, generalmente, nos agobiamos y empezamos a ver nuestro futuro muy negro, tenemos la sensación de que no volveremos a recibir ningún encargo; sin embargo, cuando el volumen de trabajo crece, respiramos optimismo… y también estrés. ¿Qué podemos hacer para gestionar estas emociones?
Ahorrar
Sin duda, el ahorro, además de una virtud indispensable, es una estrategia para hacer frente a esa inestabilidad e inseguridad. Ahorrar nos ayuda a establecer una reserva para el futuro y también a prevenir. Al fin y al cabo, esa es la idea principal: intentar guardar para cuando haga falta. La mejor forma de ahorrar es separar una cantidad mensual de nuestros ingresos, una vez descontados los gastos fijos. Aunque pensemos que no es mucho el dinero que estamos ahorrando, poco a poco la hucha irá tomando consistencia. Además, resulta conveniente conocer todos los productos bancarios, puesto que algunos generan intereses y aumentan el valor de nuestros ahorros. Con un colchón económico, todo se ve de otro color. Eso sí: ¡prohibido tocarlos salvo que sea realmente necesario!
Organizarnos correctamente
Los autónomos tenemos la mala costumbre de aceptar todos los encargos que nos ofrecen porque sabemos que el trabajo en el futuro no está garantizado. Claro que hay que aprovechar esas épocas de locura y productividad, pero también debemos conocer nuestros límites y aprender a decir «no» cuando creamos que los hemos sobrepasado.
Desconectar
Otro gravísimo error que los freelance tenemos prácticamente automatizado es que solemos estar constantemente pendientes del correo electrónico y el teléfono. Hace unos meses leí en El libro negro del emprendedor (Fernando Trías de Bes) una frase que decía «el emprendedor no desconecta jamás. Es como un contrato laboral draconiano de 24 horas al día durante 365 días al año». Y es cierto, ni los emprendedores ni los autónomos (que, en ocasiones, también somos emprendedores) desconectamos. Nunca se sabe cuándo puede aparecer un cliente, pero lo cierto es que necesitamos ciertas horas de desconexión por el bien de nuestra salud física y mental.
Es fundamental aprender a separar la vida laboral de la personal, el tiempo de trabajo y el tiempo de ocio. Yo no fui capaz hasta que dejé de trabajar en casa (de esto hablaremos en el próximo post). Cada uno se conoce y sabe cuál es su método, pero lo la buena noticia es que no es imposible. Se acabó verificar tu cuenta de correo cada cinco minutos y responder a los mensajes mientras tomas unas tapas con los amigos, descansas en una tumbona o ves la televisión con tu familia.
Por lo demás, conviene seguir una buena alimentación, hacer ejercicio físico (puedes practicar yoga o meditación para reducir y prevenir el estrés) y reducir el consumo de alcohol.
El próximo día, ¡última entrega! Me despido con otra cita de El libro negro del emperador y aprovecho para recomendarlo a todos autónomos o (futuros) emprendedores.
«Emprender es una forma de enfrentarse al mundo, es una manera de entender la vida con la que no todo el mundo se siente a gusto. ¿Y cuál es esa otra forma de vida? Es aquella en la que la persona disfruta con la incertidumbre y la inseguridad de qué pasará mañana. El verdadero emprendedor es aquel a quien lo incierto procura un especial placer».
Fernando Trías de Bes
¡Hasta el próximo post!